lunes, 25 de octubre de 2010

Cuestión de fe


Para los cristianos es bastante conocido el pasaje bíblico en donde Nuestro Señor Jesucristo habla a los Apóstoles ante una petición de ellos en cuanto a la fe: Luc. 17:5-6 “Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe. Entonces el Señor dijo: Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: "Desarráigate y plántate en el mar", y os obedecería”. En otro pasaje, también podemos apreciar una situación similar, por no decir idéntica: Mat 21:19-22 “Viendo una higuera cerca del camino, se acercó, pero no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo:-¡Nunca jamás nazca de ti fruto! Y al instante la higuera se secó. Al ver esto los discípulos, decían asombrados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo que si tenéis fe y no dudáis, no solo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte le decís: "¡Quítate y arrójate al mar!", será hecho. Y todo lo que pidáis en oración, creyendo, lo recibiréis.

Como podemos apreciar, en ambos casos, el Señor Jesús responde a los discípulos “Si tuvierais fe, o si tenéis fe”. Estas declaraciones de Jesús, nos debieran llevar a pensar en qué les estaba diciendo realmente a sus discípulos, especialmente cuando ante la petición de aumentarles la fe, responde diciéndoles: “Si tuvierais fe…”, es decir, aquellos no tenían fe, ni siquiera tan pequeña como un grano de mostaza, ya que de tenerla, con ella bastaría para mover montañas. Cabe considerar que la semilla de mostaza es una de las más pequeñas que existen, si acaso la más pequeña de todas.

Los discípulos de Jesús, incluyendo a sus Apóstoles, al parecer no tenían fe. Quizás su petición debió ser: “Señor, danos de tu fe”. Ellos se basaban en lo exclusivamente en lo que estaban viendo. Tomás necesitó ver a su Maestro resucitado y no contento con ello necesitó también ver y tocar las heridas del mismo. Pedro, cuando negó a Jesús, tuvo miedo, no tuvo fe, él tuvo miedo. Dado el caso, podríamos concluir entonces, que los discípulos de Cristo eran hombres naturales que eran básicamente sensitivos, es decir, creían sólo aquello que eran capaces de apreciar con sus sentidos, ya sea la vista o el tacto, no necesariamente por el oír solamente (Ro.10:17).

En lo que respecta a nosotros, siempre hemos conocido a los discípulos de Cristo como hombres de fe, pero no siempre fue así. Debemos concordar en que la fe es un don de Dios. ¿Entonces cuándo los seguidores de Jesús, sus Apóstoles, comenzaron a tener fe? A la luz de las escrituras, podemos decir que a partir de pentecostés, a partir de ese día es cuando los Apóstoles comienzan a predicar con esmero y gran dedicación (denuedo) la Palabra del Señor. Los mismos que una vez estuvieron ocultos por miedo a perder la vida, ahora con el advenimiento del Espíritu Santo sobre ellos, se han transformado en personas valientes y sin temor a la muerte, llegando a considerar un honor y una bendición el morir por sus creencias, por su fe en el Maestro y el evangelio que Él les enseñara. Dejaron de ser hombres sensuales para convertirse en hombres de fe, con la certeza de recibir lo que esperaban y con la convicción de que aún lo que no ven, es obra y don de Dios (Heb.11:1).

Ante lo expuesto con anterioridad, cabe preguntarse: ¿En qué etapa estoy yo? ¿Antes de pentecostés o después de él? ¿Debo pedir a Jesús que aumente mi fe o que me de de Su fe? ¿Estoy viviendo y siguiendo a Cristo en razón a lo que soy capaz de sentir visible o emocionalmente?
Las respuestas para estas preguntas no son fáciles de encontrar, es por eso que debemos examinarnos constantemente para no caer en los apetitos de la carne (sentidos) (2ª Co.13:5), es decir, para no dejarnos tentar por el deseo de creer en lo que vemos o sentimos. Es más, todo aquello que vemos y/o sentimos, debe ser examinado a luz de la Palabra de Dios y alejar, con ayuda del espíritu Santo, la curiosidad propia del ser humano (1ª Tes.5:21). El señor nos advierte que vendrán muchos falsos profetas y falsos maestros haciendo grandes señales para engañar, si fuera posible, aún a los escogidos (Mt.24:24)

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