viernes, 20 de marzo de 2009

¿Debo Donar Mis Órganos?


Lectura de hoy: 1ª Co. 15:39-44

“Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual”. (1ª Co. 15:44)

En estos días, hemos escuchado y visto en la televisión, el angustiante y desesperado llamado de unos padres, solicitando un corazón para su hijo. Junto a eso se abre el debate, no exento de polémica, de si debo o no debo donar los órganos de algún familiar que ha sido declarado con muerte cerebral. En esto juegan un papel importantísimo las creencias, ya sea “religiosa” o supersticiosa. Hay quienes aduciendo su “religión” se niegan a entregar los órganos de un familiar con muerte cerebral y que eventualmente podría salvar la vida a una o más personas, eso sin considerar los beneficios que puedan obtener otras, con órganos que no son vitales, pero si muy importantes para la calidad de vida de las personas.

Amar es entregarse, es dar sin miramientos de ningún tipo, como lo hizo el buen samaritano de la parábola (Lc. 10:30-37). Nuestro Señor Jesús lo enseña de la siguiente manera: “Oísteis que fue dicho: "Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo" Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos”. (Mt. 5:43-45)

Las religiones no salvan, el único que Salva es Cristo. Nuestro Señor despreció a las religiones de su tiempo por considerarlas apegadas más a la tradición y a los mandamientos de hombres que a la Palabra de Dios. A quién debemos mirar siempre es a Jesús y sus enseñanzas. La fe en Él y su evangelio jamás debe fallar.

Otra cosa es tener desconfianza en las instituciones y los hombres y mujeres que las componen, los cuales actuando fuera de la voluntad de Dios, podrían hacer uso indiscriminado y malicioso de los órganos humanos, basados en una eventual ley que ponga estos órganos a disposición de quienes los “necesitan”. Es por esa razón, que como cristianos, debemos procurar que las autoridades que nos rigen, y que han sido elegidas con nuestra participación, actúen conforme al corazón de Dios.

Los hijos de Dios, cuando seamos resucitados, seremos resucitados en un cuerpo incorruptible, no como el que dejaremos formando parte del polvo de esta tierra. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual”. (1ª Co. 15: 44a)

Ruego al Señor de Misericordia, que nos libre de pasar por el difícil momento de tener que decidir sobre una situación tan difícil y dolorosa.

La Paz de Cristo le acompañe siempre. Amén.

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