sábado, 18 de abril de 2009

¡Excusas Sólo Excusas!


Lectura de hoy: Lc.14:15-24

<> (Lc.14:18)

La respuesta que leemos arriba, corresponde a un hombre, que habiendo sido invitado a un banquete por su Señor,decide rechazar la invitación señalando un motivo al que él atribuye mayor importancia o simplemente constituye un pretexto, una excusa, para no compartir con su Señor esta cena a la que cordialmente es invitado. Es más, desprecia la posición y la autoridad del anfitrión y, sin más prolegomenos, manifiesta su rechazo con un argumento débil, pero "válido" para él mismo.

En los días de hoy, el Señor nuestro Dios, constantemente nos está haciendo invitaciones para participar con Él en la propagación de su Reino y nosotros buscamos pretextos para rechazar su invitación: los niños, el esposo, la esposa, el trabajo, en fin, un sin número de argumentos y excusas que usamos para que sistemáticamente encontremos un pretexto que nos permita rechazar la invitación que el Señor nos hace. Sin embargo, cuando corren los días y vemos a otros alcanzar cosas que nosotros también anhelamos, nos preguntamos: ¿Por qué no yo, si llevo tanto tiempo conociendo y siguiendo a Jesús, en cambio el o ella es nuevo (a) y ya es receptora de un milagro en la gracia de Dios? ¿No nota un dejo de envidia en el cuestionamiento? Lo mismo ocurre en las congregaciones, de cuando en cuando aparece alguien bendecido por el Señor y dispuesto a trabajar en los propósitos de Cristo para este mundo y comienzan los cuestionamientos. ¿Cuando el Señor le invitó a usted, estuvo dispuesto o encontró una excusa para rechazar la invitación?

Cada día el Señor nos está invitando a su mesa, no sólo cuando en los templos celebramos la Santa Cena. Cada día el Señor pone delante de nosotros oportunidades e invitaciones que no estamos dispuestos a aceptar por temor al compromiso, por simple comodidad o por falta de fe. Como el hombre del texto leído, fijamos nuestras propias prioridades, desatendiendo a las prioridades de Jesús, desafiando su condición de Dios y menos preciando su autoridad y soberanía en nuestras vidas. Por el amor de Cristo; medite sobre sus argumentos, no sea que queriendo entrar al banquete del Señor, su lugar esté siendo ocupado por aquél que acudió al primer llamado y aceptó la primera invitación.

La gracia y la Paz de Cristo el Señor estén con usted siempre. Amén.

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