viernes, 5 de junio de 2009

Orar con Justicia


Lectura de hoy. Stgo. 5:7-18

“Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses”. Stgo. (5:17)

En el texto que leemos hoy, también se encuentra el versículo que dice que “la oración eficaz del justo puede mucho”. (Stgo.5:16b). Cuando hablamos que un justo puede mucho con su oración, debemos pensar que nos estamos refiriendo a un justo de acuerdo a la justicia de Dios, que en ningún caso tiene parecido con la justicia humana o al menos con lo que nosotros humanamente consideramos justo. La justicia de Dios no considera la venganza, sino por el contrario, la compasión por aquél que nos ha ofendido o defraudado. La justicia de Dios involucra no sólo los hechos o las obras, sino más profundamente, la inclinación de los pensamientos del hombre (o mujer).

Creo que más de uno de nosotros ha escuchado alguna vez, quejarse que Dios no oye sus oraciones, que piensa que Dios está enojado o que quizás no está siendo claro en sus peticiones y rogativas. En fin, cuestionamientos por este supuesto comportamiento de Dios, hay cientos. Sinceramente creo que debemos empezar a cuestionarnos hacia donde están dirigidos nuestros pensamientos en el acontecer diario de nuestras vidas y, especialmente, en que está puesta nuestra mente cuando nos encontramos levantando plegarias para ponerlas a los pies del Señor. ¿Qué es en realidad lo que esperamos como resultado de nuestra súplica? ¿Lo que declaramos con nuestra boca o lo que atesoramos en nuestro corazón? No olvidemos que nuestro Señor conoce nuestros hechos, nuestros pensamientos y nuestras palabras antes que las declaremos. (Vea Gálatas 6:7)

El Salmo 66, versos 17 al 19 dice: “A él clamé con mi boca y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiera yo mirado a la maldad, el Señor no me habría escuchado. Más ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica”. Si comparamos esta declaración del salmista con lo que nos dice el apóstol Santiago en el capitulo 5, verso 16, podemos asegurar que Dios escuchó las súplicas de un justo, porque su corazón, es decir, todo su ser, no tenía inclinación al mal. Ahora, cada uno de nosotros sabe perfectamente que cosas considera Dios como mal, no soy yo quién le diga si usted obra bien o mal, es una cuestión de conciencia, una cuestión netamente espiritual, pero sí le puedo decir que debemos meditar profundamente cuando oramos, respecto de los resultados que esperamos recibir y en que ha estado ocupada nuestra mente en los últimos días. ¿Estamos siendo víctimas de la pasión que engendra y da a luz el pecado, producto de nuestros malos pensamientos? (Concupiscencias) Pablo nos dice: “Examinaos a vosotros mismos, para ver si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos? ¿No sabéis que Jesucristo está en vosotros? ¡A menos que estéis reprobados! (2ª Co. 13:5).

El resultado del examen nos dirá también cual es el resultado de nuestras oraciones.

La Gracia y la Paz de Cristo estén con usted siempre. Amén

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