martes, 30 de junio de 2009

Expectativas de Vida




Lectura de hoy: Flp. 2:1-5

“No busquéis vuestro propio provecho, sino el de los demás”. Flp.2:4

Muchas veces este pasaje es mal entendido y muy mal puesto en práctica. Consideramos a los demás, exclusivamente al grupo familiar que nos rodea y nos encomendamos a la tarea de hacerlos feliz. Por cierto una tarea que es muy loable y además necesaria y obligatoria, pero ¿cómo buscamos la felicidad? Generalmente con la búsqueda de la obtención de bienes materiales que permitan a los nuestros un vida cómoda y placentera.

No creo que haya alguien que no haya pensado de esa manera en algún momento de su vida, y por tanto se fija expectativas de vida para él y los suyos basada en los bienes que podrían proporcionarle esta comodidad y bienestar, comienza entonces a determinar lo necesario primero y luego lo que le gustaría tener para ser cada vez más feliz… y trabaja para ello. Dicho de otra forma, fijo en mi mente en lo que deseo y despliego todos mis esfuerzos para obtenerlo. Usted me dirá que hay de malo en ello, aparentemente nada, pero si nos detenemos un momento, podremos apreciar que los que vivimos de un sueldo nos empezamos a dar cuenta que aquello a lo que aspiramos cuesta mucho más de lo que podemos pagar y por lo tanto debemos trabajar cada vez más horas extraordinarias primero, luego sábados y domingo y entramos en un circulo vicioso que nos aleja a cada instante de los nuestros, nos aleja de aquellos a quienes estamos tratando de hacer feliz y nos quejamos de no tener tiempo para el descanso y departir con la familia. Nos quejamos tanto que no escuchamos las quejas de ellos. Si usted está en ese caso, permítame decirle que esa es una opción que libremente usted eligió. ¿Donde estuvo el error? Usted se fijó expectativas de vida que no estaban formando parte del plan de Dios para usted. Primero decidió que era lo que quería o deseaba, luego sin considerar los costos, comenzó a trabajar para ello y se encontró con que para solventar esos gastos debía trabajar el triple, debido a que no realizó los cálculos suficientes: “Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?” (Lc.14:28), es decir, usted comenzó al revés.

No quiero decir con esto que usted debe asumir una actitud “conformista”, como me dijera un amigo budista: “ustedes los cristianos, todo lo esperan de Dios y nada hacen por si mismos, son unos débiles y conformistas”. Nada más alejado de la realidad, sólo estoy tratando de decirle que cuando usted aspire a algo, primero calcule si con lo que tiene lo puede solventar, si no es así no emprenda aún lo que anhela, espere a que el Señor nuestro Dios amplíe su poder adquisitivo y piense en los demás, en esos que le rodean, en esos que usted espera hacer feliz y piense que en la totalidad de las veces, los hijos, los padres, los hermanos, incluso los amigos, son más felices teniéndolo a usted a su lado disfrutando quizás con poco, pero con una cantidad de amor y comunión que no se pueden medir ni valorar en dinero. El amor no se demuestra con obsequios, sino con hechos de amor, sacrificando aquello de lo que nos podemos gloriar, despreciándolo para el bien a los demás. (Flp.2:5-8).

No permita que las tarjetas de crédito lo consuman y lo lleven a la depresión y a la quiebra. Las tarjetas de crédito no son Dios. Dios no cobra y las tarjetas cobran y con caros intereses.

Trabaje con esfuerzo, con excelencia y dedicación, siempre pensando en los suyos, en lo necesario; y dentro de lo necesario considere el tiempo para su descanso y compartir su amor con los que le aman y con los que no le aman también. Cuando necesite más, Dios le dará otro trabajo que le permita tenerlo sin separarlo del amor de los suyos.

La Paz de Cristo esté siempre con usted. Amén

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