miércoles, 22 de julio de 2009

El Buen Samaritano



Lectura de hoy: Lc.10:25-37

“Si tienes poder para hacer el bien, no te rehúses a hacérselo a quién lo necesite” (Pr.3:27)

En la semana recién pasada un joven fue asesinado, en Santiago de Chile, por un adolescente de sólo 15 años. Los noticiarios locales indican que no hubo motivo aparente para la agresión que terminó con la vida de un joven varón. Las mismas informaciones confirman que el muchacho herido estuvo más de una hora tendido en la calle sin que nadie le brindara auxilio, hasta que finalmente falleció desangrado. Y, no es que nadie pasara por el lugar, sino al contrario, grabaciones de video muestras que varias fueron las personas que vieron al herido, pero nadie quiso involucrarse en los hechos y decidieron mejor pasar de largo denegando todo auxilio al necesitado pudiendo haberlo otorgado.

Creo que los hechos brevemente relatados y conocimiento de todos, tienen una extraordinaria similitud con la parábola del “Buen Samaritano”, frase que en todos los pueblos de habla hispana al menos, se ha convertido en sinónimo de “solidaridad”, misma que en este caso puntual se negó a pesar que en Chile nos jactamos de ser un pueblo “solidario”. Sin embargo el temor a verse involucrado en hechos de violencia y citaciones a los juzgados, pesó más al momento de entregar ayuda y se prefirió, indolentemente, dejar que un hombre joven dejara de existir. Lo que considero muy grave además, es que quizás muchos de esos que pasaron por el lugar, se dicen creyentes en Dios y conocen la parábola…, es decir, la han escuchado al menos.

En la lectura de hoy me llama la atención la pregunta que hace el interprete de la ley a Jesús: “¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (v.25b), a lo que Jesús responde con la parábola y contra preguntando, para recibir por respuesta: “”El que usó de misericordia con él” (v.37); entonces Jesús le dice “ve y haz tú lo mismo”. Haciendo una interpretación podríamos leer: Heredarás la vida eterna amando a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como ti mismo teniendo misericordia con él.

La palabra misericordia, de origen latino, surge de la conjunción de misereo = miseria, y cor = corazón. Ella representa, por lo tanto, un sentimiento de empatía, colocar la miseria del prójimo en nuestro propio corazón. La misericordia se refiere al corazón que se compadece y actúa.

Amando al prójimo y siendo misericordioso con él heredaremos la vida eterna, me parece que el texto no ofrece otra alternativa; cabe entonces preguntarse: ante una situación como la descrita con anterioridad, ¿cual sería nuestro comportamiento? ¿El del samaritano o el comportamiento del sacerdote y el levita? Ya vimos que en el día de hoy abundan los sacerdotes y levitas como los de la parábola, ¿dónde se ubica usted?

La gracia y la paz de Cristo le acompañen siempre. Amén

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