martes, 7 de julio de 2009


Lectura de hoy:Flp.4:10-13

"¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?" Job 2:10

Cuando como familia aceptamos el desafió de mudarnos de nuestra casa a un lugar mas amplio, implicó enfrentar una serie de desafíos y miedos que eran de esperarse en situaciones como esas.

Dentro de los problemas que mas nos preocupaban, existían dos que simplemente nos preocupaban muchismo, no teníamos dinero alguno ahorrado como para comprar una casa, solo sabíamos que queríamos una casa muy espaciosa, con un gran patio, jardín grande, habitaciones para cada niño, varios baños, relativamente nueva y a un buen precio. Era un gran desafió.

El crédito hipotecario el cual ya habíamos gestionado varias veces pero sin resultados positivos para otros proyectos mas pequeños nunca nos dio buenos resultados y el arriendo de nuestra casa, (nuestro primer hogar), el cual no queríamos lo destrozara nadie, era además otra gran preocupación.

Presentamos nuestros deseos a nuestro Dios y comenzamos nuevamente a gestionar un crédito hipotecario por una casa que cumplía nuestras espectativas al 100% y el valor inesplicablemente muy por debajo del valor de tasacion legal. Nuestro agente del banco luego de una semana, nos llamaba para indicarnos que inesplicablemente se nos había otorgado el 100% del crédito y a nuestra casa llegó a solicitar arriendo el matrimonio que hoy vive en nuestra primera casa y la cuida mejor de lo que esperábamos.

A veces me siento culpable de recibir bendiciones materiales. En un mundo tan necesitado, ¿por qué debía yo esperar la intervención divina para comprar una nueva casa? Pero entonces, recuerdo la respuesta de Job a su esposa: «¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?» (Job 2:10).

Este versículo se suele aplicar para aceptar las decepciones, pero el principio también vale para agradecer por las bendiciones. El apóstol Pablo aprendió a regocijarse en la abundancia y en la necesidad (Filipenses 4:10-13). Dios desea enseñarnos el continuamente mediante las ganancias y también las pérdidas.

Agradecer a Dios en todo implica reconocer Su soberanía y fomentar una vida de fe.

Tomado de Nuestro Pan Diario. (Colaboración Hna. Marcia Serrano)

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