jueves, 7 de mayo de 2009

Un Silbo Apacible y Delicado


Lectura de hoy:1ªR.19:11-18

"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra". (Sal.46:10)

Cuando Dios le habló a Elías en el Monte Horeb, lo pudo haber hecho con el viento, el terremoto, o el fuego. Pero no lo hizo así. Le habló con «un silbo apacible y delicado» (1 Reyes 19:12). Dios le preguntó: «¿Qué haces aquí, Elías?» (v. 13), cuando éste se escondía de Jezabel, quien había amenazado con matarle.

La respuesta de Elías reveló lo que Dios ya sabía —la profundidad de su temor y desaliento. En efecto, le dijo: «Señor, he sentido un vivo celo cuando los demás te han abandonado. ¿Qué recibiré por ser el único que te defiende?» (ver el v. 14).

¿Era en realidad Elías el único que servía a Dios? No. Dios tenía a «siete mil, cuyas rodillas no se doblaron ante Baal» (v. 18).

Puede que en las profundidades de nuestro temor o desesperación también pensemos que somos los únicos que servimos a Dios. Puede que eso suceda justo después de haber llegado a la cumbre de algún éxito, como le sucedió a Elías. El Salmo 46:10 nos recuerda «estad quietos y conoced» que Él es Dios. Cuanto antes nos centremos en Él y Su poder, tanto más pronto veremos que somos librados de nuestro temor y autocompasión.

Tanto los címbalos que retiñen, que representan nuestros fracasos, como los metales que resuenan, que representan nuestros éxitos, pueden ahogar el silbo apacible y delicado de Dios.

Es momento de que acallemos nuestros corazones para escucharle a Él mientras meditamos en Su Palabra.

Tomado de Nuestro Pan Diario (Colaboración Han. Marcia Serrano)

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