viernes, 29 de mayo de 2009

Por La Razón o La Fuerza


Lectura de hoy: Jn.14:27-31

“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. (Jn.14:27)

El título del presente comentario en realidad es bastante decidor y también algo agresivo, pero parece ser que los pueblos a lo largo de la historia han pensado de la misma manera: “Lo que no se hace voluntariamente, se logra por la fuerza”, de allí tantas guerras y millones de muertes injustificadas.

Cuando era aún muy joven, me enseñaron que si quería tener “paz”, debía prepararme para la “guerra” y creo sin temor a equivocarme, que los gobernantes del siglo XXI siguen la misma política hasta el día de hoy. La débil paz mundial está fundamentada en el poderío bélico de los países, de manera que sus posibles enemigos se abstienen de atacar por temor. Esta paz es la que el imperio romano imponía en sus tiempos; la “pax” romana era impuesta por la fuerza, los pueblos que pasaron a formar parte del imperio romano no obtuvieron paz, sino sometimiento, fueron sometidos por una “lex” (ley) y un pueblo extraño, con costumbres diferentes y que pedían tributo por cada actividad económica que sus “esclavos” realizaban.

Como pueden imaginar, antaño como hoy, este tipo de paz, (léase “paz del mundo”) implica que no hay guerras, guerrillas ni revueltas, ¿pero que pasa con el espíritu del hombre que anhela libertad y poder realizar junto a los suyos las actividades a que están acostumbrados? ¿Qué pasa con el espíritu de aquellos que ya no quieren rendir tributo por sus actividades ni honrar dioses en los que no creen? Obviamente es un espíritu perturbado, sin la más mínima muestra de tranquilidad y reposo. Por el contrario, hay en el corazón del hombre una constante inquietud por sacudirse de encima aquello que le oprime.

En completa contradicción a lo planteado con anterioridad, la “PAZ” de Cristo es una paz que trae calma al espíritu, a la mente, al corazón del hombre (o mujer por supuesto), sin imponerse por la fuerza y sin la necesidad de infundir temor en nadie. Nuestro Señor quiere que le busquemos voluntariamente, amándole a Él con todo el corazón, con toda el alma y con toda nuestra mente, (Mt.22:37 paráfrasis), es decir, con el espíritu (corazón), con nuestra vida (alma) y con nuestra razón (mente); dicho de otra forma, que le recibamos con toda nuestra integridad humana, como persona, para lograr una paz que involucra una tranquilidad espiritual óptima, sin parangones con nada el mundo. Esa es la Paz que Cristo nos dejó y la que nos da a quienes creemos en Él. Para tener la Paz de Jesús no tienes que prepararte para la guerra, sino para gozar de ella y compartirla con todos, incluidos los que te aborrecen. No tienes que aceptarla por miedo o turbación de tu corazón, sólo debes recibirla, nada más.

La Gracia y la Paz de Cristo le acompañen siempre y reine en vuestras vidas. Amén

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