martes, 24 de febrero de 2009

Si Tenemos Salvación ¿Para qué morir?


Lectura de hoy: Ez.33:10 - 20

“Diles: Vivo yo, dice Jehová, el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino y que viva. ¡Volveos, volveos de vuestros malos caminos! ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel? Y tú, hijo de hombre, di a los hijos de tu pueblo: La justicia del justo no lo librará el día que se rebele; y la impiedad del impío no le será estorbo el día que se vuelva de su impiedad. El justo no podrá vivir por su justicia el día que peque.”
(Ez. 33:11 - 12 RVE95).

Los que creemos en Cristo somos pueblo de Dios; somos la rama injertada en el olivo para que gocemos de toda la gracia que el Señor nuestro Dios tiene para su pueblo, para su gente, para sus escogidos, para su nación santa. Convencidos de esto, creemos por la fe, que por la gracia de Dios hemos sido salvados de ir la muerte eterna y de consciente condenación. No obstante, descuidamos el regalo que nos ha sido dado y nos regalamos nosotros mismos a las banalidades que nos ofrece el diario vivir, arriesgando entrar en rebeldía contra el Señor Todopoderoso que nos ha mirado con misericordia.

Los deseos de los ojos, los deseos de la carne, los deseos de poder y la conquista de algunos de estos “deseos”, fácilmente alcanzables, nos llevan a veces a confiar más en nosotros, en nuestra propia justicia que en Dios mismo.

Cuán importante es, que cada día nos postremos ante el Altísimo, para arrepentirnos de nuestros pecados y pedir perdón a Dios por nuestras rebeliones. Es imperioso que estemos en paz con el Señor, porque no sabemos cuando es el día en que vendrá a aplicar Su justicia, en donde los impíos arrepentidos serán justificados y perdonados y algunos que han confiado en su propia justicia, serán condenados. El tiempo final está cerca y lo sabemos, “El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.” (2ª P. 3:9)

Apartémonos de la rebeldía contra el Señor y sigamos callada y sosegadamente sus caminos, permanezcamos en Él. ¿Ha dicho usted alguna vez, estoy enojado con Dios? Por qué se puede uno enojar con Dios, ¿porque le falló? ¿Por qué tarda en hacer lo que usted pidió? Dios no falla, ni tarda, es perfecto y soberano, dueño de hacer como Él quiere. Nosotros le fallamos cada día y sin embargo Él, ¡no se enoja con nosotros! y quiere que todos seamos salvos y estemos eternamente con Él en su gloria.

Dios bendiga su vida y le colme de Su paz. Amén

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